Cuenta Boccaccio que Florencia, cuna y escaparate del refinamiento en el imaginario medieval, se transforma en poco tiempo en una charca pestilente a causa de un azote temible.
El espectáculo conforma una radiografía de la humanidad ante las dos grandes ansias de su existencia: la satisfacción de las pasiones y la fragilidad de la vida.
Tomando como guía la estructura de El jardín de las delicias de El Bosco, insertamos en él al Boccaccio de Decamerón con sus claroscuros de la peste y el amor. Nos movemos, atrevidas, entre el placer, la desolación, el miedo, la muerte, la ausencia de certezas sólidas en un planeta degradado que compartimos con otros seres igual de frágiles e incompletos… Mientras nuestros cuerpos indagan en las dualidades gozo/dolor, fe/desesperanza, virtud/vicio. La palabra transita por un puente que une referencias y elementos de los últimos siete siglos con nuestra percepción actual del placer y la muerte.
Del placer y de la muerte es, en definitiva, una danza de la muerte medieval en el aparcamiento del Carrefour un sábado por la tarde.